Odio el aguacate así me digan que sabe rico nunca lo voy a probar,
el solo hecho de imaginármelo dentro de mi boca me causa mareo, odio querer
hacer algo y que el amor a mi cama sea mas grande que yo y no pueda, odio tener
que despedirme de alguien ,el solo hecho de imaginarme no volver a escuchar su
voz, ni ver su cara, ni abrazar a esa persona, ni reírme de sus malos o buenos
chistes, ni los apodos con los que me hable, simplemente eso lo odio.
Dicen que es mas fácil no dejar
acercar a las personas porque en algún momento se van, y así te evitas el dolor
de una buena o mala despedida, pero eso es simplemente miedo, miedo a decir adiós, miedo a que te defrauden y tengamos que volver a despedir a alguien mas de nuestras vidas,
miedo a que se acerquen demasiado, te cambien tu vida y luego otra vez sin mas
ni mas tengas que decir adiós, por eso muchas veces alargamos los dichosos “adioses”
y nos despedimos lo mas despacio posible
como en una película de escenas lentas
esas que no terminan nunca, nos aferramos a situaciones, ilusiones, cualquier
cosa para no tener que decir adiós, porque en estos casos todo nos da una esperanza así sea bien pequeñita,
esa que nos tiende la trampa para volver a caer y no aceptar que hay cosas que
se acaban y que aunque no queramos y nos neguemos a ver la realidad, esa que por dentro ya sabemos con certeza, solo
queda decir adiós.
Es que recordar los momentos
vividos y que no se llenen tus ojos de lagrimas es una cosa imposible, recordar
una persona y saber que solo te queda eso, recuerdos, saber que esos momentos
de antes no volverán a pasar, que esa felicidad que sentías no va a volver, es trágico, es triste, te sientes frágil porque no sabes como aceptar las cosas
por que para eso no hay manual todavía, no existe. Somos víctimas de los
“adioses” nuestros sentimientos, nostalgias y melancolías se basan en sus
recuerdos. Nos aferramos a sus pertenencias, a las cosas físicas que aún
podemos tocar para sentir, así no podamos ni verlos, ni tocarlos, ni sentirlos nunca
mas.
Pero muchas veces es lo mejor que
podemos decir, cuando algo nos esta haciendo demasiado daño y así seamos los
mas masoquistas de la historia, hay que darle fin, no podemos vivir ni de
recuerdos, ni cosechando una esperanza que ya sabes esta perdida, y mucho menos
esperando un milagro que no va a ocurrir, decir adiós es la mejor salida que
nos queda, ademas de desearles lo mejor. No te culpes por la situación simplemente asume que diste lo mejor de ti y simplemente no se dio. No es el
fin del mundo.
Hay situaciones que son difíciles darle
cierre, aveces ni nuestro corazón, ni nuestra mente tienen la disposición de
hacerlo, por eso hay que hacerlo de una vez como si fuera una bandita o curita,
de un solo dolor y no dilatar mas ese sentimiento. El temor a lo nuevo que siempre
nos acompaña, puede actuar como un creador de argumentos para sostener la
necesidad de revivir lo que ya esta muerto.
Decir adiós duele y duele mucho, pero bueno pasa el tiempo y nos hacemos
fuertes y esas cosas que no entendíamos en el momento ya de repente se nos van
haciendo más fáciles de entender y de
aceptar… Nos hacemos fríos ante lo que nos hace vulnerables y buscamos a toda
costa no acercarnos a ese sentimiento sin perder la esencia de quiénes somos y
sin dejar de darle la oportunidad a las demás personas, nos hacemos más selectivos
y prevenidos. Tomémonos el tiempo para aceptar las cosas y vivir nuestro duelo,
sin tantos rencores, perdiendo el pánico a lo nuevo y esperando con los brazos
abiertos las nuevas oportunidades que nos genera un adiós, saquemos las cosas
buenas de lo que pensamos es malo, veamos que un “adiós” origina muchos “holas”
y sobretodo dejemos de vivir en el pasado y de los recuerdos.
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